Las plantas autóctonas han sido la base de los ecosistemas por muchas
generaciones, por lo tanto se encuentran perfectamente adaptadas a las
condiciones climáticas del lugar.
La introducción de especies exóticas puede provocar serios desequilibrios
en las relaciones fauna-flora-ambientales, con graves consecuencias. Esto se observa, por ejemplo, en importantes
áreas protegidas de nuestro país, como el Palmar de Colon en Entre Ríos,
amenazado por el raudo avance de algunas especies tales como el árbol Paraíso
(originario de Asia), el Crataegus y otras introducidas.
Afortunadamente, debido al creciente interés por la conservación de la
biodiversidad, poco a poco se están utilizando plantas nativas en paisajismo y
jardinería, ya que muchas de ellas poseen un gran valor ornamental. También las
hay medicinales y comestibles. Pero algo muy importante además es que la
presencia de plantas autóctonas “reconstituye” en parte las condiciones
originales, haciendo que se incremente notablemente la presencia de aves y
mariposas.
Una planta nativa de la provincia de Jujuy, es exótica en Bs. As. “El palo
borracho” (Ceiba insignis)
Un árbol nativo originario de la pampa. Ombú (Phytolacca dioica)
Una planta originaria del noroeste. Seíbo
(Erythrina crista-galli)
La idea sería no es destruir a las plantas exóticas, ya que toda la flora
nos brinda servicios ambientales básicos, tales como purificación de aire,
protección del suelo contra la erosión, regulación hídrica, mitigación de
ruidos, aislamiento térmico, entre otros.
A la hora de elegir, démosle a la naturaleza del lugar una oportunidad para
regenerarse y así rescatar lo nuestro, recuperando parte de nuestra identidad
cultural/natural perdida, con todas sus ventajas asociadas.
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